Por Cristián Soto Carvajal
“¡Oh, maravilla!
¡Cuántas buenas criaturas hay aquí!
¡Qué bella es la humanidad! ¡Oh bravo nuevo mundo,
Que tiene este tipo de personas en él!”
La Tempestad. Acto 5, Escena 1
William Shakespeare (ca. 1611)
Existe una tendencia tan irrevocablemente humana que nos hace que, ante los hechos que nos indignan, veamos sin muchas reflexiones el enfrentamiento de los buenos contra los malos. Y en ese escenario nosotros, sin dudarlo, nos ubicamos del lado de los buenos. Y nos ocurre también que frente a libros o películas que critican algún aspecto de la sociedad a través de la ficción, se nos pase por alto que lo que plantean no es acerca de una barbarie existiendo en otro lado, sino que por el contrario todo lo que relatan siempre tiene que ver con nosotros.
Esa actitud nos impide en primer término cuestionarnos qué estamos haciendo para que esos hechos, los que nos indignan, sean posibles. Es decir, cómo y de qué manera contribuimos a la existencia de un Trump, un Temer o un Pinochet. O cómo (también) es que aportamos a que estas prácticas se reproduzcan en nuestro entorno o en nuestra actividad profesional, en los grupos a los cuales pertenecemos, en nuestras familias. Porque este impulso natural en lo individual de rechazar en nosotros a la sombra que nos habita y proyectarla “hacia afuera”, tiene al mismo tiempo una manifestación como sombra colectiva.
Durante este año y en los últimos meses hemos asistido a través de las redes sociales a situaciones muy curiosas e interesantes en lo que podríamos llamar “el mundo Biodanza”. Por una parte nuestra fan page de Facebook ha comenzado a tener más lecturas, comentarios y contenidos compartidos que hace unos meses. Si bien es cierto llevamos poco más de un año con fan page y es tal vez una curva normal de visitas, lo que nos llamó la atención es que tanto seguidores como no seguidores comenzaron a mirar con atención nuestros contenidos, que no son otra cosa que links a artículos, referencias a publicaciones de Biodanza y monografías del tema.
Por supuesto que esto no es sólo mérito nuestro. Hay algo en el aire que nos hace creer que es la silenciosa pero decidida aparición de una masa crítica en este universo biodanzante.
Muchas personas se pueden mencionar como colaboradores de Rolando Toro Araneda en la co-creación de la Biodanza tal como lo conocemos hoy, como Pilar Acuña, Cecilia Luzzi o Ruth Cavalcante. Uno de estos colaboradores y co-creadores del sistema, Cezar Wagner de Lima Gois, nos viene emplazando desde hace meses a través de sus publicaciones en su perfil de Facebook, en torno a cuál es nuestra postura ética frente a los hechos que acontecen en el día a día. En la coyuntura política local o mundial.
Y lo que dice nos recuerda que a quienes adherimos al principio biocéntrico la política también nos pertenece. Que promover una humanidad que se vincule desde los afectos es ya una postura política en tanto, entre otras cosas, trae como consecuencia la construcción de relaciones alejadas de la individualidad y cercanas a lo colaborativo. ¿No es acaso el abrazo un gesto profundamente revolucionario y el principio biocéntrico una mirada básicamente subversiva, insurgente?
Otras voces biocéntricas comenzaron a destacarse en el ciberespacio, cuestionándonos acerca de qué somos y qué hacemos como movimiento. Cuán movimiento somos y de qué manera hemos sido consistentes y hemos llevado adelante el legado de Rolando Toro Araneda, cuánto de sus interpelaciones y arengas hemos sido capaces de concretar en estos años. Cómo sostenemos colectivamente este Sistema, del que estamos convencidos puede resultar en un aporte invaluable y bello para la humanidad.
Fotograma de la película Fahrenheit 451 de Francois Truffaut, de 1966, basada en la novela homónima de Ray Bradbury , que describe una sociedad en donde leer está prohibido y los bomberos en lugar de apagar incendios, queman libros.
Los relatos de “ficción distópica” (lo opuesto de la utopía o la peor versión de ella) fueron concebidos inicialmente como obras tendientes a alertar sobre el peligro de regímenes totalitarios y la supresión de los derechos individuales, como el estalinismo o el fascismo italiano. En ellos vemos personajes instalados en una realidad ideal, el mejor de los mundos posibles, pero que al poco andar se revelan como una realidad simulada generada por una maquinaria política totalitaria que precisa ser resistida. La tarea consiste en recuperar de algún modo la propia humanidad y desde allí la de todos.
Rolando Toro Araneda decía que la grandeza humana era lo más reprimido en este mundo carente de amor y enfermo de civilización. Por decir una obviedad diremos que nadie está inmune a tal enfermedad, y asistimos perplejos al hecho de que lo que es una ficción inquietante va emparejándose con nuestra realidad, ya en las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado o en el capitalismo salvaje del siglo XXI. Y aunque nos parezca menos evidente, esas formas de ejercer el poder y maneras de concebir los vínculos entre las personas no se limitan sólo a los grandes sistemas o al “orden mundial”, sino que permea todos los ámbitos de nuestra vida social. Esto es algo que ya advertía Rolando y que proponía cambiar haciendo carne en nosotros el principio biocéntrico.
Mientras escribimos estas líneas, llegan por televisión y la internet las primeras imágenes del ataque a Siria ordenado por Donald Trump, apoyado en un dudoso, por no decir falaz, argumento de un ataque con armas químicas que habría sido llevado a cabo por Bashar Al Assad. ¿No es esto extrañamente similar a la acusación de George W. Bush a Saddam Husein de tener reservas de armas de destrucción masiva y que justificaron la invasión a Irak a manos de la “Coalición de la voluntad” en marzo de 2003? Tales armas de destrucción masiva nunca fueron encontradas. No existían. Y si bien sólo hay estimaciones de las bajas civiles, las cifras más conservadoras hablan de medio millón de civiles muertos. Más de la mitad de esa cantidad corresponderían a niños. ¿Cómo es posible que esa realidad tan atroz ocurrida hace ya 14 años no tuviese consecuencias para sus responsables y sea considerada “daño colateral”? Fue posible del mismo modo como hoy Trump hace el ejercicio de generarnos una realidad que, con más o menos bemoles, la mayoría de la gente acepta sin reparos. Aunque no sea cierta.
Y se nos viene a la memoria una escena fundamental de la película The Matrix ( Wachowski, 1999) en donde el personaje de Morfeo le muestra a Neo – recién “despertado/renacido” y extraído de su útero-máquina que lo esclavizaba – qué es la Matrix, cuál es el porvenir de la humanidad como pilas no recargables y cómo es que las máquinas generan la ilusión de realidad: una sociedad satisfecha de sí misma de fines del siglo XX. A renglón seguido le presenta en contraste cómo se ve el mundo “realmente” en su presente, más bien alrededor del año 2199. Es entonces cuando Morfeo parafrasea a Jean Baudrillard, poniendo un magnífico colofón a esta secuencia que inicia con una referencia al arquetipo del renacimiento para reflexionar luego acerca de las complejidades de la relación entre lo real y la realidad: “Bienvenido al desierto de lo real”.
Baudrillard (1978) nos hace un planteamiento que de alguna manera lleva al extremo la idea de la “realidad” como reflejo o proyección de lo “real” que esboza la alegoría de la caverna de Platón. O mejor dicho actualiza esta reflexión a la luz de la sociedad contemporánea. Declara que nuestro mundo ya no es propiamente “real” sino que ha devenido en “hiperreal”, una simulación de realidad desconectada de su fuente. Este simulacro procede del desarrollo infinito de copias (de una cosa o fenómeno original) hasta que no queda rastro alguno del original o hasta que su originalidad queda completamente trivializada. Así “lo real” adquiere las cualidades de un desierto, yermo como un páramo, poblado de espectros e incapaz de sustentar ninguna abstracción, pues es el simulacro el que genera “algo real sin origen ni realidad”. Y curiosamente en este contexto la gran masa de la civilización occidental prefiere habitar en la simulación que gozar o padecer en la realidad. Tal como el personaje de Cypher de la citada película, una especie de Judas para este “elegido” que es Neo, quien prefiere vender a sus compañeros para ser, en recompensa, reconectado a la Matrix, pues no soporta la realidad de “lo real” y prefiere volver a la realidad del simulacro.
Como vemos, estas ideas que adoptan la forma de un trabalenguas no son en realidad tan difíciles de identificar en el mundo actual ni son del todo nuevas. Pero esto de las realidades manipuladas nos resulta algo complejo que necesitamos traer a un campo que nos resulte más fácil de manejar.
Durante el año pasado se puso de moda el término “posverdad” (post-truth), impulsado justamente por la campaña presidencial de Trump y la campaña contra el Brexit en Reino Unido. El Diccionario Oxford convirtió a este neologismo originado en la Primera Guerra del Golfo (1990-1991), en la palabra del año, definiéndola como la situación “en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”.
Y pasan cosas curiosas (surrealistas nos gusta decir, hiperreales dirán otros) que ni la ficción podría anticipar. La Casa Blanca declaró estar hablando de “hechos alternativos”, para explicar por qué en la asunción de mando de Trump ellos vieron un millón y medio de personas donde la prensa internacional vio solamente doscientos mil. Tan insólita y probablemente involuntaria cita a George Orwell hizo que en menos de una semana la novela “1984” se convirtiera en la más vendida en el portal Amazon… sesenta y ocho años después de su publicación. Una vez más mirar hacia atrás nos permite traer luz a nuestro presente.
Del mismo modo, la masa crítica que se está haciendo presente en nuestro mundo biodanzante – que como cualquier otro mundo no está ajeno a las lógicas de la posverdad – parece estar tomando conciencia de la necesidad de “recuperar” el sentido profundamente social del Sistema Biodanza tal como lo propusiera Rolando Toro Araneda, o de “resistir” a cierta tendencia de promover lo biocéntrico pasado por agua: apolítico y neutral, que no va en contra de nada por “no descalificar”. Nos olvidamos más a menudo de lo que quisiéramos que, como dice Desmond Tutu, ser neutral en casos de injusticia es ponerse del lado del opresor. ¿Nadie recuerda a Rolando Toro Araneda hablando en contra de Bush?
Cuando decimos todo esto no nos referimos a las discusiones pequeñas o superficiales, que pudieran tener alguna relevancia puntual pero que no nos llevan a los temas de fondo. Apelamos principalmente a que, ante esta crisis de realidades manipuladas y posverdad que fácilmente nos conducen a una actitud de relatividad moral, Rolando Toro Araneda nos propone una salida a través de la Biodanza. Nos invita a reconocer la realidad del cuerpo a través del abrazo – la “certidumbre del contacto” – , y con ella la que nos entrega el vínculo afectivo con otros. Y construir de ese modo nuestra conducta ética (Toro, 2012). Nos referimos en suma a lo que cada uno, con su grupo, agrupación y colectivo debemos afrontar para darle un sentido al movimiento. Para que el movimiento tenga movimiento.
No es extraño que una parte de quienes sobreviven a un genio realcen de su figura sólo lo que no nos pone en conflicto. Esto lo vemos por ejemplo con Gabriela Mistral y su lesbianismo y sus reflexiones políticas, o con Pablo Neruda y su comunismo comprometido, sólo por citar dos casos locales. Pero si simplemente los releemos, podemos redescubrir todas sus dimensiones humanas con sus luces y sombras, y de este modo su figura no puede sino adquirir un peso aún mayor. Porque vemos que no sólo hablan de los piececitos de niño azulosos de frío sino que comprendemos más profundamente qué y por qué dicen lo que dicen. Y eso nos empuja a nosotros más allá.
¿Acaso no estamos acá los que decidimos ponernos en crisis a nosotros mismos (más o menos por casualidad), no para dominar a la sombra y ser siempre luminosos, sino para amigarnos con ella y de ese modo ser conscientes de cuándo se expresa a través nuestro y cuánto nos revela? ¿En qué momento pertenecer de algún modo a la Biodanza se convirtió en garantía de iluminación y de seres completamente acabados? ¿Cuándo fue que aparecieron seres capaces de mirar de una vez todas las infinitas capas de misterio que pueblan lo inconsciente, personal, colectivo, vital y numinoso? Eso es un autoengaño.
Pero es un engaño que no percibimos como tal, porque entra en sintonía con el mito del viaje del héroe, del que nos gusta ser protagonistas y el que, no obstante ser un mito “necesario”, nos hace olvidar las más de las veces las dimensiones colectivas de nuestro viaje y nos hace percibir nuestras decisiones fundamentales desde una perspectiva individualista. El personaje de Neo, en su viaje interior, se ve enfrentado a una primera decisión fundamental: si tomar la píldora roja o la píldora azul. La roja lo llevará a mirar la realidad tal cual es. A despertar, aunque eso pueda resultar en principio doloroso. La azul sin embargo lo llevará de vuelta a su vida en la realidad simulada, y sólo recordará esa decisión como parte de un sueño difuso. Su vida no tendrá sobresaltos. Con sus angustias y pequeñas alegrías estará satisfecho de sí mismo. Sin embargo esta es una metáfora simple. El riesgo más grande no está en decidir tomar la pastilla azul, sino hacer el simulacro de haberse tomado la roja.
Cuenta la leyenda que cuando las hermanas Wachowski (por entonces hermanos Wachowski), se contactaron con Baudrillard para invitarlo a participar de la creación del guión de las secuelas del film, éste les contestó que no le interesaba porque “Matrix” era la película que la propia máquina, es decir la matrix, habría hecho de sí misma… Tal vez lo que nos quiere decir Baudrilalrd con esto, más allá de su nihilismo, es que salir de la mente en donde cotidianamente nos movemos es tremendamente difícil, aunque tengamos la genuina intención de hacerlo.
Para quienes hemos tenido la fortuna de practicar Biodanza, el haber cruzado el umbral de entrar en la vivencia integradora, en esta experiencia vivida con gran intensidad aquí y ahora, para comenzar a recordar desde las células que todos somos uno, no puede dejarnos en el mismo lugar. Ese es nuestro verdadero capital y no otro. Pero también, como más de una vez nos recuerda Rolando Toro, nos impone una obligación. Aunque muchas veces lo perdamos de vista, cada uno y cada una estamos llenos de gestos y experiencias maravillosas en nuestro quehacer. Que nos llenan de luz y de esperanza, que nos dan el coraje para seguir y que nos hacen pensar finalmente que la Biodanza es y debe ser Patrimonio de la Humanidad. Y que tenemos que hacer que eso sea posible.
La metáfora de la relación entre Cypher (el arrepentido de su despertar) y Neo (el “elegido” para facilitar el despertar de otres), es una tensión que vivenciamos también en lo individual y lo colectivo en nuestro propio ámbito de acción. Podemos quedarnos en el umbral o avanzar más allá, habitar la realidad desierta de la post verdad o afrontar la realidad de lo real que no siempre es agradable, argumentar que no debemos expresar opinión política o tomar acción frente a lo político que implica nuestra práctica. Movilizarnos, para que el movimiento tenga movimiento.
Referencias
• Baudrillard, Jean. (1978). Cultura y simulacro. Editorial Kairos. Barcelona.
• Fromm, Erich. (1960). George Orwell’s 1984 – An Afterword [En línea]. New American Library of World Literature, Inc., New York. En http://mayachamidigitalarts.blogspot.cl/2011/05/george-orwells-1984-afterword-by-erich.html, accedido el 7 de abril de 2017.
• Toro Araneda, Rolando. (1991). Declaración de Petrópolis. En Teoria da Biodança : Coletânea de textos. Disponible en Biodanza Hoy, la Biblioteca Virtual de Biodanza en Español https://biodanzahoy.cl/2017/04/05/teoria-da-biodanca-coletanea-de-textos/ , accedido el 7 de abril de 2017.
• Toro Araneda, Rolando. (2012, publicación póstuma). La Inteligencia Afectiva. La unidad de la mente con el universo. Edición a cargo de Cecilia Toro Acuña. Editorial Cuarto Propio. Santiago de Chile.
• Warner Bros, Village Roadshow Pictures, et al. (Productores); Lana y Lilly Wachowski (Directoras, como Hermanos Wachowski). (1999). The Matrix [Película]. Estados Unidos. Warner Bros.
Gracias Cristián por invitar a vernos sin mediaciones. Descubrir aquello que verdaderamente somos va a propiciar un verdadero cambio de conciencia. Ajenos ya al ruido de quienes nos imponen un modo de mirar el mundo podremos reconocer nuestra esencia.